Se da el hecho curioso que, cómo personas altamente sensibles, parecemos haber nacido para la comunicación, aun así en muchos casos nos cuesta. Gracias a nuestro don de percepción captamos mucho más que el mensaje verbal, lo cual es una ventaja en si. Muchos de nosotros tenemos un talento para la llamada inteligencia emocional y la inteligencia sensitiva, pero esto no quiere decir que automáticamente somos maestros de la comunicación. Somos empáticos por naturaleza, pero la misma empatía nos puede hacer una mala jugada. ¿Qué pasa?
Para que una comunicación sea buena, efectiva y fluida, hacen falta dos cosas esenciales: una correcta escucha y la empatía. ¿Qué entendemos por la empatía? Podríamos decir que la empatía es la habilidad para estar consciente de reconocer, comprender y apreciar la situación física y emocional de los demás y, especialmente, sus necesidades. En otras palabras, ser empático es ser capaz de “leer” emocionalmente a las personas.
Cómo ya dije, somos en general empáticos por naturaleza; una enorme ventaja. Pero hay trampa: la trampa para una persona altamente sensible es “pasarse” de la empatía. Puede pasar –y muchas veces pasa- que «empatizamos» demasiado, con el riesgo de que la conexión con la otra persona se pierde. “Adelantamos” a la otra persona, y “sabemos” que piensa, “sabemos” que quiere decir. Si esto pasa, no solamente perdemos la conexión con el otro, pero encima nos podemos equivocar, muchas veces porque empezamos a confundir o mezclar la experiencia del otro con algo que hemos vivido personalmente. Con esto se pierde la objetividad y entramos en un estado subjetivo y la empatía se pierde. La conversación se estanca y/o se eleva el riesgo de malos sentimientos. Y ya no puedes seguir escuchando al otro, ya que estarás escuchando a tus propios pensamientos, centrándote en tus propias emociones. Una mega-trampa…
Y hay más trampas: Es aconsejable nunca empezar conversaciones importantes cuando estamos cansados, tenemos hambre, tenemos las emociones a flor de piel, cuando tenemos constancia de que hay poco tiempo disponible y/o cuando sabemos o intuimos que la otra persona está enojada, irritada, cansada, etc. Basta chequear con la otra persona si el momento es bueno, o simplemente quedar para una hora determinada (“Me gustaría hablar contigo sobre el tema X. ¿Cuándo te va bien?”)
Si queréis saber más sobre una comunicación sana, os aconsejo investigar la llamada Comunicación No Violenta.
2 comentarios
Bueno, mi tema es que cuando siento al otro en lo que describes como trampa, me suele afectar lo que percibo. No suelo equivocarme, y tiendo a no juzgar pero a veces no se como hacer para que no me «duela» en el momento lo que percibo…Creo que normalmente la gente suele reaccionar con muchos pre-juicios y eso hace que me muchas veces me sienta juzgada…Es un poco una pena , deberíamos empezar a cambiar eso socialmente Gracias!
Hola Ana, gracias por tu aportación. Creo que, para no sentirse juzgada, una persona tiene que darse cuenta de que la crítica de otra persona en muchos casos es una proyección de sus propias inseguridades y carencias y que lo que dicen nada tiene que ver con una. Esto por un lado. También puede ser que la crítica es correcta ya que nadie es perfecto y todos podemos mejorar, siempre. Allí la pregunta puede ser, ¿he dado todo de mi? ¿O es que de verdad se puede mejorar, y de qué manera? No todo el mundo es capaz de dar una crítica (de manera) positiva. Y también puede ser que tienes la autoestima a la baja, y esto se puede trabajar. Una persona hace un comentario y es el responsable de sus palabras. Otra persona recibe este comentario y es responsable de la manera en que lo gestiona… No sé si me he explicado bien, pero básicamente quiero decir que de ti depende como manejas los comentarios que te llegan: como una crítica/un juicio o cómo una expresión de aquello que siente y piensa la otra persona y nada más que esto. En el primer caso te sentirás fatal, en el segundo podrás reaccionar desde la comprensión/compasión. Ánimo! Un abrazo.