Lo reconozco, este año me cuesta mucho escribir un mensaje de Navidad, y justamente es éste el año de todos que ya llevo a mis espaldas, en que la toda la humanidad más que nunca necesitamos empaparnos de los mejores deseos, deseos de paz y de fraternidad, deseos de cercanía, de compasión y de amor. Paz, fraternidad, cercanía, compasión y amor… conceptos que parecen estar muy lejos de lo que estamos viviendo, leyendo y escuchando últimamente. Parece estar más cerca la fácil tentación de seguir y hacer caso a los refranes que incitan a la separación, al miedo y al odio.
Es el miedo que lleva al odio, y son el miedo y el odio que nos separan, que crean bandas desde las cuales se miran a las otras con rabia y con ganas de insultar. Las palabras, cada una de ellas, conllevan una energía propia que incide directamente en tu sentir. Según como piensas, dependiendo de las palabras que pasan por tu cabeza, te sentirás. Por favor, no insultes. No insultes y no apuntes con el dedo, ya que, mientras que apuntes con tu dedo, por lo menos tres de tus dedos te apuntan a ti mismo.
Últimamente podemos ver como los medios de comunicación promueven ese miedo y esa separación. Sabemos de la psicología que si un mensaje (igual si sea verdad o no) se repite y se vuelve a repetir, la gente llega a acogerlo y se lo hace suyo. Llevamos meses, por no decir años, escuchando los mismos mensajes. Los escuchamos con tanta frecuencia que parece que no hay otros mensajes. Repito: los mensajes que más escuchas, son los que se cuelan, irrelevante si son verdad o si no lo son.
Para escuchar otros mensajes, mensajes que sanan y que calman, mensajes que te llevan a querer abrazar al prójimo de manera espontánea y con alegría, mensajes que despiertan esa necesidad humana y tan típicamente navideña de querer compartir una comida simple con otros seres humanos sin fijarte en posibles diferencias, pero desde el corazón y celebrando el amor, para llegar a esos mensajes hay que hacer un esfuerzo. Hay que hacer un esfuerzo incluso mayor que el año pasado. Y esto, mis queridos lectores, me pone triste. Me pone triste observar que mensajes ‘impuestos’ en algunos casos parecen tener más peso que aquellos mensajes naturales que salen del corazón dónde reside nuestra humanidad. Donde, cada Navidad, vuelve a nacer la Luz del Amor, la Luz que nos ilumina y que nos hace ser conscientes de esa unión no-negociable con todos los seres del planeta, esa Luz que siempre está allí pero que por estas fechas se vuelve a renovar como un recordatorio que nos es transmitido desde las alturas.
Deseo con todo mi corazón que vuestra Navidad os brinde esta oportunidad de celebrar la unión, la Luz y la cercanía con abrazos abundantes, con canciones, sonrisas y con Amor.
¡Feliz Navidad para todos!
“Difundir el Amor sobre la tierra en la mayor medida posible, promover el amor en la tierra, eso y solo eso es sabiduría”.
– Rudolf Steiner (GA0143).
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Imagen: Markus Spitske
4 comentarios
HOLA,
SE SUELE PASAR PEOR EN NAVIDAD LAS PERSONAS PAS?
Hola, creo que esto es muy individual. Yo, personalmente, son mis días preferidos del año en el cual siento y vivo la luz y la esperanza, las fuerzas vitales renovadas y la cercanía de la gente. Un abrazo.
Me encanta tu mensaje ,ojala se cumpla,yo te deso lo mejor para ti todos los tuyos
Gracias, Manuela, Un abrazo.