Hace unos días colgué en Facebook una foto de una de las hortensias de mi jardín. A lo mejor conoces y amas esta planta tanto como yo y dedicas mucho tiempo a la observación de su desarrollo, crecimiento, floración y, sobre todo, esa fase en que la floración en el sentido tradicional ha pasado por su punto de máxima belleza y empieza a marchitarse. Es entonces, y no antes, que la flor empieza a cautivarme de verdad. ¿Por qué? Porque es entonces, y no antes, cuando el color de la flor empieza a retraerse, a morirse, haciendo gala un juego cromático de lo más complejo y diverso. ¡Es un espectáculo fascinante! Hasta aquí el, digamos, espectáculo exterior.
Siendo PAS no puedo remediar que semejante fiesta floral conduce a la reflexión ya que, como sabéis, y acorde con el conocido ‘primer pilar’ de los cuatro que caracterizan nuestro bello rasgo de la alta sensibilidad, el procesar a un nivel profundo es inevitable. ¿Por qué cautiva más la diversidad que la universidad? ¿Qué hay en la diversidad –en la increíble variedad de matices de color de los pétalos semi-marchitas de mi hortensia- que atrapa mi atención, esa atención que no se disparaba de esta manera antes, con la flor de color uniforme? La diversidad implica un abanico de posibilidades, implica la posibilidad de elegir una entre muchas opciones, implica una riqueza a veces tremenda la cual, a su vez, fácilmente puede llevar a la confusión, hasta al agobio y la ansiedad.
Mi gusta imaginarme mi pensar como un collar de cuentas; un hilo conductor en el cual voy enhebrando una cuenta tras otra, un pensamiento dando lugar al siguiente, eso, cuenta tras cuenta. Desde la diversidad y sus posibilidades llego a la cuenta de la confusión, y la cuenta de la confusión me hace elegir la siguiente cuenta, la del Covid, un tema que me trae muchísima confusión. ¡Los matices! ¡Verdades que no lo son! ¡Verdades que no lo son pero que fácilmente podrían serlo! ¡Medias verdades y medias mentiras! Nada es blanco, nada es negro, la verdad se esconde en los matices, estoy convencida de ello, pero, ¿en cuál de ellas?
Leo con atención, sobre todo buscando entre las líneas y detrás de las palabras, escucho, quiero conciliar los opuestos. No me cuesta nada en absoluto entender cualquiera de los extremos, pero intuitivamente ambos me producen un rechazo ya que, a ver, ¿la cosa realmente es tan simple? ¿Realmente es todo un invento? Dónde hay humo, fuego hay. Pero, ¿esto quiere decir que este virus no existe? Y ¿qué sabemos de ese virus? ¿No contagia y enferma más el miedo que el virus? ¿Es solamente un juego de poder y de control? ¿Es big business? Pienso en las ganancias bestiales ya solamente por la venta de las mascarillas/bozales con un IVA de 21%… Respiro, y vuelvo a respirar profundamente. No quiero indignarme, ya que la indignación y la objetividad no van de la mano.
Repaso posibilidades, opiniones, sigo enhebrando, poniendo cuenta tras cuenta… dándome cuenta que mi collar se está convertido en un tejido, el hilo conductor moviéndose de un lado al otro, generando preguntas y más preguntas, y cada posible respuesta que voy encontrando, en lugar de aportar seguridad, aumenta mi incertidumbre y aporta más incógnitas. Es mareante. Sí, sí, lo es… y tengo que parar mi pensar ya que, observando ese collar-tejido me doy cuenta que es imposible contestar las muchísimas preguntas, por mucho que quisiera. Necesito tiempo, necesito saber más, necesito observar el desarrollo de los hechos, necesito vivir con la pregunta. No tengo prisa, no hay prisa.
Mi mirada acaricia los pétalos de la hortensia. Me relajo. Siento asombro, siento gratitud. Y me viene a la mente ese poema de Rilke, ese poeta misterioso, un iniciado sin duda. Todo es un proceso, ¿acaso no ha tardado mi hortensia hasta llegar a su fase que tanto me fascina? ¿Realmente necesito decidir hoy sobre mi actitud frente el tema Covid? Todavía no ha tocado ese momento de rechazar la vacuna, no quiero adelantarme a los hechos, algo, que, siendo PAS, lo hago con una facilidad increíble y es algo que no (me) conviene. Por el momento voy a amar las preguntas, vivir con ellas sin buscar respuestas, las llevaré en mi interior y en mi sueño, me maravillaré ante ellas y me abro a la inspiración. Y espero. Esperaré.
AMAR LAS PREGUNTAS
Ten paciencia con todo aquello
que no se ha resuelto en tu corazón
e intenta amar las preguntas por sí mismas,
como si fueran habitaciones cerradas
o libros escritos en una lengua extranjera.
No busques ahora las respuestas
que no estés preparado para vivir,
pues la clave es vivirlo todo.
Vive las preguntas ahora.
Tal vez las encuentres, gradualmente, sin notarlas,
y algún día lejano llegues a las respuestas.
Rainer Maria Rilke
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