Aun antes de terminar de escribir el título de este artículo que tengo en mente, noto una extraña sensación en el fondo del estómago que nada tiene que ver con hambre, sino que es algo que reconozco como inquietud, como trepidación.
Realmente quiero escribir algo sobre la fiesta de la Navidad que se está acercando y que este año será tan atípica, pero al mismo tiempo me siento bastante humilde y también limitada en lo que podría expresar ya que mi deseo es aportaros alguna que otra herramienta, alguna idea que os pueda servir a lo largo de las semanas festivas, pero la sociedad está más dividida que nunca y es complicado escribir algo sin ofender a nadie; y aquello de ser ‘políticamente correcto’ ya hace años que no va conmigo. Espero, pues, no ofender a nadie.
Ha sido y es un año de lo más raro, de lo más irreal que he conocido a lo largo de mis años, culminando en estas fiestas que tendrán lugar bajo una serie de reglas y directrices impuestas desde arriba… Lo de ‘arriba’ en tiempos de Navidad tendría que ser un ‘arriba’ de origen no-político o gubernamental, un ‘arriba’ celestial. Tendremos por delante la fiesta por antonomasia para celebrar el Amor fraternal e incondicional, la fiesta inspirada por la compasión, y no será fácil abrir el corazón cuando se nos impone un corsé de reglas y de miedo. Será para muchos bastante complicado buscar la manera de integrar ambos opuestos.
También, como PAS, pienso en los muchos que cada año me pedís consejos sobre cómo para acomodar la familia extensa, sobre qué hacer para no agobiarse por los muchos preparativos, los largos días en la cocina, las compras, los regalos excesivos, las obligaciones, los miembros de la familia que no se aguantan, etcétera, y vosotros lo vais a tener mucho más fácil este año. Seguramente ya lo habéis pensado, y la nota positiva será que nos quitamos un peso relativo en cuanto al compromiso, a la organización y, a lo mejor también, en cuanto a los gastos. No lo hemos buscado y hubiésemos hecho todo lo posible para organizar la mejor celebración del año, pero, siendo realistas, gracias a las restricciones impuestas nos podemos ahorrar mucho, muchísimo estrés lo cual -en teoría- nos permite disfrutar más y de la manera más relajada.
En este momento nos dicen que podemos reunirnos hasta seis personas y, francamente, creo que para PAS es una buena noticia. Es posible que te costará decidir a quién invitar, y a lo mejor te preocupa caer mal con alguien que no podrá asistir a tu fiesta (el tema de ‘decir no’ te puede costar un poco) pero como se trata de una fuerza mayor, igual te sentirás menos obligado y más respaldado. Por otro lado a lo mejor podrías hacer dos o tres reuniones más pequeñas para ver y abrazar a más gente querida, cambiando la cena por una merienda festiva; una situación nueva pide soluciones nuevas y soltar un poco la tradición. Déjate inspirar y sé creativo.
A lo mejor no quieres invitar a nadie, a lo mejor te basta estar en familia, a lo mejor tienes niños pequeños. Personalmente, mis mejores recuerdos de la infancia son esas imágenes y sensaciones que me quedaron de celebrar la Noche Santa con mis padres y mi hermanito; son recuerdos que despiertan esa gran ilusión que marca esta fiesta; son especialmente los niños PAS que tienen la capacidad de sentir esa calidad de ‘luz’ que forma la base de la palabra ‘ilusión’, y como adultos podemos ayudarles a experimentar estos momentos de riqueza interior al crear un entorno, una atmósfera en casa que conduce a la vivencia y ese estado de veneración por el milagro del nacimiento de la Luz.
Dicho esto, pienso en las muchas personas –muchas PAS– solitarias y solas que normalmente son invitadas para las cenas navideñas (‘uno más o menos no importa’ o ‘cuanto más seamos, mejor’) y quienes ahora, ya que no forman parte de la familia más cercana, se quedarán sin plaza en la mesa. A lo mejor, si eres una de estas personas, te produce una sensación de alivio, pero también es posible que esto te haga sentir terriblemente deprimido. Ya sabes, somos PAS, pero no hay ni una PAS igual – todas somos únicas con nuestra mochila personal e intransferible.
Si eres una de estas personas que quedarán excluidas de las cenas habituales, a lo mejor te apetece organizar algo tú mismo, algo fácil y simple a escala reducida, algo más bien tipo tomar un café con algún bizcocho. También se pueden encender velas de día, y la ventaja de hacer algo por la tarde es que será un evento que durará poco tiempo con lo cual el riesgo de que acabes sobreestimulado queda bastante reducido. Y más que seguro se te ocurre a quien invitar.
Y también pienso en las familias que han perdido a un ser querido durante el pasado año. Todos los años se nos van seres queridos y siempre es un dolor, pero no poder acompañar a estas personas en sus últimos días de vida y no poder celebrar un último adiós en compañía de todos aquellos que normalmente hubiesen acudido a la despedida, creando un círculo de conmemoración y compartir cariño y apoyo, es increíblemente duro y amargo, llevando a un sufrimiento que no tiene nombre porque nunca antes las circunstancias han sido como en este año. Si eres tú una de esas personas que han vivido estas despedidas traumáticas, a lo mejor no te apetece celebrar en absoluto y prefieres pasar las fiestas de la manera más tranquila para seguir trabajando tu proceso de duelo que, siendo PAS, te va a requerir mucho tiempo. La Navidad es la época del año cuando más echamos de menos a aquellos que ya no están, pero también suele ser la época en que los intuimos más cerca que en otros días. A lo mejor te apetece estar tranquilo para escuchar música y no me extrañaría si sientes la necesidad de leerle algo a voz alta a la persona que ha cruzado el umbral. Leerles en voz alta a los difuntos funciona como un bálsamo al alma; si nunca lo has hecho, pruébalo.
Sean como sean vuestras fiestas este año, os deseo a cada una y a cada uno, que sean especiales e íntimas, que sean de corazón abierto y sensible, que sean luminosas y amorosas, que sean de compartir y de comunicar, que sean de ilusión, de Paz y de esperanza, de conmemorar y de celebrar.
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foto: Tim Mossholder
2 comentarios
Hola Karina, muy bello artículo, solo quería decir una cosa: la Navidad es la celebración de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo. Sin miedo a decirlo. Noto que todos festejan sin saber que, sin creer, por eso viven Navidades vacías. No se puede excluir a Jesús de la Navidad, xq deja de ser Navidad. Los que creemos en el debemos decirlo. Y el que no cree puede festejar lo que quiera pero no sería Navidad.
«La Luz vino al mundo, y el mundo no la recibió»
Saludos.
Gracias, Soledad. Un abrazo.